Caminaba tranquila, disfrutando del silencio de la noche tras haber soportado los decibelios que colapsaban aquel local. Aún llevaba grabada la sonrisa, como siempre que conseguía compartir un ratito con Carmen. Se despidieron con la promesa de volver a repetirlo en breve, y es que hay personas que te encuentras en la vida que siempre suman, y su amiga era una de ellas.
Sus pies recorrían un camino de sobra conocido, mientras ella se perdía en los recuerdos que le había traído aquella velada. Por eso, el ruido de una carcajada cerca de ella la sobresaltó como una explosión. Buscó de dónde provenía por inercia, y al instante se arrepintió: un grupo de chavales la miraban con curiosidad, y entre ellos, sus ojos consiguieron que se estremeciera. Era como un animal acechando a su presa.
Aceleró el paso, sin llegar a correr. No quería parecer una histérica desequilibrada, pero de pronto las calles se habían vuelto más oscuras y ya la noche no le parecía tan tibia, sino abrasante, perlando su cuerpo de sudor. Como buena presa, aguzó el oído, creyendo oír pasos acompasados justo detrás, sin atreverse a darse la vuelta para comprobarlo. ¿Alucinaciones o realidad? Aquellas noticias de mujeres atacadas, que le robaban un : «Oh, pobrecilla», como si a ella nunca le pudiera pasar, se le clavaban ahora como agujas en la piel.
Solo le quedaban unos metros para su portal, sentía su corazón como si hubiera recorrido una maratón, y la meta le daba alas para aquel último esfuerzo. Y cuando por fin abrió la puerta, y el peso de su pecho empezó a aliviarse, un fuerte tirón de su camisa le heló el alma, hasta casi inmovilizarla. Se giró con cautela, esperando un segundo ataque, para descubrir que su agresor era el manillar de la puerta, en el que se había enganchado.
—¡Joder! Seré gilipollas.
Y cerró de un golpazo, dejando en la calle todos sus miedos.
Aprieta los puños, de pronto esa rabia tan conocida ahoga el deseo. No ha llegado a tiempo. La adrenalina se esfuma igual que llegó. Hoy no ha podido ser, quizá mañana. Y el animal vuelve a su guarida, hasta la próxima noche de caza.


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